Durante los últimos dos meses, Estados Unidos ha intensificado una ofensiva de ataques en el Caribe y el Pacífico, con un saldo de 61 muertos. Bajo el argumento de combatir el narcotráfico, la administración de Donald Trump ha lanzado ataques directos contra embarcaciones sospechosas, pero la violencia y las dudas crecen.

Los primeros operativos comenzaron el 2 de septiembre, frente a Venezuela. Desde entonces, se han documentado 16 ataques en altamar, muchos sin pruebas de que las víctimas fueran realmente narcotraficantes. Las cifras oficiales son claras: más de 60 muertos en apenas ocho semanas.
Lo más alarmante es la falta de transparencia. Ni la ONU ni la OEA han recibido explicaciones del gobierno estadounidense. En contraste, los gobiernos de México, Colombia y Ecuador han pedido información y criticado lo que consideran “ejecuciones extrajudiciales”.
Estados Unidos Endurece Su Estrategia En Ataques En El Caribe
En el Caribe, las operaciones se concentran frente a las costas de Venezuela y Colombia, mientras que en el Pacífico los ataques se extienden desde Ecuador hasta México. El Comando Sur coordina la mayoría de los operativos, con apoyo del Departamento de Guerra.
El ataque más mortífero ocurrió el 28 de octubre, cuando cuatro embarcaciones fueron destruidas a 800 kilómetros del puerto de Acapulco, dejando 14 muertos. A pesar del escándalo, la administración Trump insiste en que se trata de una “campaña decisiva contra los narcoterroristas”.
Sin embargo, los gobiernos latinoamericanos no están convencidos. En Colombia y Ecuador, varios sobrevivientes afirmaron ser pescadores forzados por traficantes, no criminales. Estos testimonios aumentan la presión internacional contra Estados Unidos, acusado de actuar sin base legal en aguas internacionales.
Incluso la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha intervenido, ordenando la búsqueda de los sobrevivientes por razones humanitarias. Pero los resultados son escasos: la mayoría de los cuerpos nunca fue recuperada.
Indignación Regional Y Silencio Oficial
Los ataques de Estados Unidos han desatado una ola de condenas diplomáticas. Colombia, Ecuador y México han exigido rendición de cuentas, mientras que organizaciones internacionales como la ONU y la OEA reclaman investigaciones imparciales.
Las víctimas, según reportes oficiales, eran en su mayoría venezolanos, colombianos, ecuatorianos y trinitenses, lo que refleja el impacto regional del conflicto. Aunque Washington asegura que los operativos son “quirúrgicos”, los datos contradicen esa versión.
La indignación se multiplica en redes sociales y foros internacionales. Varios países acusan a Trump de usar la lucha antidrogas como pretexto político, sobre todo en medio del clima electoral en Estados Unidos.
Por ahora, el Pentágono guarda silencio. Solo el secretario de Guerra, Pete Hegseth, publicó en X que “el hemisferio occidental ya no es refugio para los narcoterroristas”. Una frase que ha sido interpretada como justificación de una guerra unilateral en aguas internacionales.

Las Nuevas Rutas Del Narcotráfico Marítimo
Mientras tanto, las rutas del tráfico de cocaína hacia Norteamérica siguen activas. Desde Ecuador y Colombia, los cargamentos viajan en lanchas rápidas o semisumergibles hacia las costas mexicanas. Estas operaciones, según informes, están controladas por redes que incluyen a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
Una de las rutas más conocidas es la llamada Ruta del Desierto, que rodea las Islas Galápagos y llega a México tras 25 o 35 días de navegación. Estas embarcaciones suelen pasar por la isla francesa de Clipperton, un punto clave para el trasiego.
En los puertos de Tumaco y Buenaventura, en Colombia, emisarios mexicanos negocian directamente con grupos armados sudamericanos. De ahí parten toneladas de cocaína con destino a buques nodriza que reabastecen combustible en altamar.
Las cifras muestran el alcance del problema: solo en 2025 se decomisaron 34 toneladas de cocaína, aunque los expertos advierten que eso representa apenas una fracción del total. La demanda y las ganancias siguen creciendo.
¿Qué Sigue Para América Latina?
Pese a las críticas internacionales, el gobierno estadounidense anunció que las operaciones continuarán. De hecho, se prepara una nueva fase conjunta con países aliados, bajo el argumento de que el narcotráfico marítimo amenaza la seguridad nacional.
Sin embargo, esta expansión genera miedo en las comunidades costeras. Familias enteras temen convertirse en víctimas colaterales de una guerra que no pidieron. Y mientras los gobiernos discuten, con los ataques en el Caribe, el mar se convierte en escenario de un conflicto sin fronteras ni reglas claras.
La lucha antidrogas, que comenzó como una estrategia de control, ahora se percibe como una ofensiva militar con consecuencias imprevisibles. América Latina vuelve a estar en medio de una disputa ajena, donde los muertos, otra vez, tienen nombre latino.
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